INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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27/3/11

El Mirador de la Cruz

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En el Mirador de la Cruz
La mañana del 27 de marzo de 2011 había amanecido con una suave neblina sobre el pueblo. A pesar de que esa misma noche se había efectuado el cambio de horario, las 8’30 en punto partimos en dos coches desde la Plaza de España y, conforme ascendíamos por el Maripinar, podíamos contemplar que el jirón de niebla se pegaba con ingravidez a las faldas de la Atalaya cual un velo de novia.

Tomamos la carretera del Santuario de la Virgen del Buen Suceso y decidimos dejar los automóviles en las antiguas graveras, concretamente en la conocida por todos los senderistas como “la Cantera de arriba” (todavía, y después de más de 10 años cerrada por la Administración, permanece con la cochambre de los cobertizos de herramientas medio derruidos, las infraestructuras de los molinos sin retirar, la caseta del transformador y el tendido eléctrico que debió haberse desmontado y, por doquier, cantidad de neumáticos viejos de las retroexcavadoras y de los camiones de la empresa). Son las 9 de la mañana cuando comenzamos el ascenso por el viejo camino hasta superar el collado que da vista al valle del Malojo, donde hoy en día se extiende una bien cuidada finca de almendros y olivos, aunque toda vallada y con carteles de prohibición a todo lo largo de la pista forestal que la atraviesa (¡hasta prohibido buscar caracoles!).

La fina niebla se está retirando por momentos, no obstante, en la hierba, en los matojos y en las hojas aciculadas de los pinos permanecen las gotitas de agua, brillando a la luz como perlas transparentes. Luego torcemos a la izquierda y, siguiendo el camino que bordea la Casa del Malojo, entramos al término municipal de Abarán. Desde ese punto, todo es cuesta abajo por una cuidada pista de tierra que, algo más adelante se torna asfaltada. Atravesamos huertos de frutales que los agricultores cuidan con esmero, pasamos junto a casas de campo y chalets muy bonitos, desde los cuales se divisa un paisaje espléndido, hasta llegar al cruce de la carreterilla que sube al Santuario de los Santos Médicos, por la que continuamos la caminata con mayor esfuerzo, dejando a un lado bancales plantados de limoneros cargados de frutos, grandes, olorosos y amarillos.

Sobrepasado el Santuario, nos metemos por una sedica estrecha y, en una pequeña hondonada donde crecen frondosos pinos y una escalinata de obra sube hasta una tosca imagen de la Virgen de Lourdes, nos sentamos en varias piedras y sacamos de nuestras mochilas algunas viandas para reponer fuerzas.

A continuación la senda se empina de forma increíble, por lo que pensamos con buen tino que “las cuestas hay que tomarlas como viejos para dejarlas como jóvenes”, o sea, con una marcheta que permita dosificar energías, pues aún quedan muchas rampas que ascender. Por allí crecen los asperones, ahora llenos de florecillas azules en forma de trompeta (yo arranco una, me la pongo en los labios y la hago sonar con un pitido leve y agudo); también se ven los enebros, los romeros y algún que otro acebuche entre los pinos.

Mas arriba se divisan reductos de antiguos bancales con hormas de piedra, que alguien construyó con tenacidad hace muchos años, y que hoy, junto con las ruinas de una vieja casa, se los ha tragado el monte para siempre. La marcha a veces se acelera sin querer y los de atrás piden un momento de respiro, que se lo concedemos deteniéndonos con gusto. El sol nos acompaña sin demasiada calor. Por las laderas se observan grandes y destartalados maderos pelados de viejos pinos que se secaron hace tiempo y el viento quizá derribó. Y, desde algún puntalillo rocoso, observamos la nobleza del paisaje del campo de Ricote, cuyos bancales cultivados contrastan con las barranqueras tortuosas que conforman la Rambla de Benito.

Luego llegamos a la pista forestal, que avanza por la solana de la Sierra del Oro en dirección a la Bermeja (nos cruzamos con ciclistas de Cieza, que nos saludan con la mano). Ahí iniciamos el regreso de nuestra ruta circular. Pero no podemos pasar por alto el subir al Mirador de La Cruz, de forma que abandonamos momentáneamente la pista y, entre pinos y arbustos agrestes, ascendemos hasta allí, desde donde se contempla el pueblo de Abarán y las montañas que nos rodean por el horizonte (cerca del panel de madera explicativo hay un pequeño monumento funerario de un abaranero desconocido, con su cruz de piedra y una lápida donde reza un largo epitafio que apenas puede leerse; algunas compañeras le ponen un tallito de romero florido).

Después volvemos a la pista y continuamos el descenso. A la orilla de esta, en una zona umbrosa, hallo con sorpresa unas matas de “coronilla de fraile” con sus bonitas flores color violeta, a las que les tomo unas fotos con la posición macro de mi cámara Canon. Ahora las pinadas son boscosas y los barrancos profundos, aunque los forestales están llevando a cabo trabajos de deforestación en sendas franjas a ambos lados de la pista. Sin embargo, abajo, en la raya de los cultivos se divisa un gran embalse lleno de agua para el regadío de las explotaciones agrícolas.

Cuando ya volvemos a ver la Casa del Malojo estamos a punto de cerrar el círculo, mas todavía nos resta un buen trecho para alcanzar de nuevo la cantera abandonada donde se hallan nuestros coches.

Pasadas las 12’30 hemos llegado al punto de partida. Antonio saca la nevera con “los quintos” de cerveza enterrados en cubitos de hielo, Mª Félix abre unas bolsas de cascaruja y las ofrece a los demás: José Antonio, María, Mª Dolores, Pilar, mi primo Antonio y yo.

Estamos algo cansados, pero ha merecido la pena, y, mientras compartimos el pequeño piscolabis con gran placer, nos parece el suelo de grava el mejor asiento que hayamos disfrutado en mucho tiempo.

©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"