Finalizando la Edad Media para España, los Reyes Católicos llevan a cabo la expulsión de los judíos |
Corría el año del Señor 622, cuando en la actual Arabia Saudita un rico comerciante se ve obligado a largarse de su ciudad natal, la Meca, pues la nueva doctrina que este predica, y que según él le ha dictado el mismísimo Arcángel San Gabriel, choca con los poderes establecidos y con los sacerdotes politeístas locales. Entonces el hombre se desplaza a la que posteriormente sería Medina y desde esta otra ciudad, donde toma con sus seguidores el gobierno local, comienza a expandirse (y no les digo cómo) la nueva religión conocida hoy como el Islam, palabra que en su raíz significa “paz” (¡lo que son las cosas...!) El hombre, como ya lo habrán intuido ustedes, era Mahoma, el Profeta más venerado en todo el orbe musulmán, y aquella fecha en la que hace su salida o “Hégira” de la Meca hacia Medina es tomada como el “año cero” de de la “era mahometana”.
De eso ha pasado el tiempo, pero no tanto. Si a nuestros 2016 años de cristianismo les restamos los 622 (fecha de la hégira), nos da la cifra de 1394. (¿Es ese el año en que anda el calendario islámico? No. Pues el cálculo no es nada fácil, y la comparación cronológica fiel entre sus fechas históricas y las nuestras es poco menos que imposible, como lo ha sido siempre la convivencia perfecta entre ambas culturas (que no es lo mismo una coexistencia más o menos pacífica cual el agua y el aceite, que la integración social como el agua y el azúcar). ¿Pero por qué fallan las matemáticas al hacer la anterior resta? Muy sencillo. Nosotros, los países de la cristiandad, tuvimos en uso el calendario “Juliano”, proveniente de los tiempos de Julio César, hasta el año 1582, cuando el papa Gregorio XIII mandó calcular e implantar en todo el orbe católico un nuevo calendario: el “Gregoriano” (hoy en día tiene vigencia en el mundo entero y es tan perfecto, que los científicos, con sus cálculos astrofísicos y sus relojes atómicos, solo tienen que añadir unos segundillos de nada cada año para “cuadrar” el tiempo. Por otro lado, el calendario musulmán es el producto de unos cálculos galimáticos basados en los ciclos lunares, de tal forma que cada 33 años musulmanes equivalen a 32 nuestros (una complicación, ya les digo). Así que, para terminar pronto, según los seguidores del Islam ellos se hallan en el año 1437. Ese es su momento histórico.
Vale; ahora yo me pregunto, ¿qué hacíamos por aquí, en Europa y en España, en el año 1437? Pues en astronomía, la Iglesia Católica, que tenía la llave del saber en sus monasterios y universidades, aún no había aceptado el “sistema solar copernicano” y mantenía a pies juntillas que la tierra estaba quietecica en mitad del universo y todos los astros giraba alrededor de ella (¡con eso ya se lo digo todo!) ¿Y en la península? En esta, sin unificar todavía políticamente, andábamos ya cansados de luchar contra los moros (que mira que eran pesados los tíos: ocho siglos de batallas y aún quedaba el reino nazarí de Granada, el que nos hizo tanta pupa a los ciezanos cuando en un descuido sus tropas “pasaron la puente y nos dieron la muerte”). En ese siglo XV, tocando a su fin una larga edad media, se guerreaba por las sucesiones de los tronos en los reinos prehispánicos, mientras crecía el antisemitismo “oficial”, que desembocaría en la expulsión de los judíos (¡conversión o expulsión!, ya que se trataba, no de una depuración racial, sino de una limpieza religiosa). Y por si fuera poco, la Santa Inquisición aún mandaba quemar viva a la gente en la hoguera en las plazas públicas. Así se las gastaba el personal por esto lares en nuestra querida Edad Media. Y no hubo países ni sociedades más adelantados por entonces que nos previnieran de las terribles epidemias o que cooperasen para sacarnos de las hambrunas y la pobreza. Tuvimos que ir saliendo nosotros solicos, como dios nos encaminó, de aquel tiempo oscuro.
Ahora, y valga el parangón, muchos países árabes, en el siglo XV de su calendario, apurando lo que podría ser su “edad media”, reciben tecnología punta de occidente, cooperación, ayuda internacional y, lo que es peor, armamento para modernizar sus jodidas guerras religiosas. Reciben poderosa influencia cultural de la “globalización”, que en muchos casos choca terriblemente con su atávico concepto teocrático de gobierno. Mas aun así, las personas buscan en las migraciones el legítimo progreso económico, aunque abominen en silencio de nuestras libertades y les abrume la igualdad social entre mujeres y hombres. La inmensa mayoría de los musulmanes hace gala de un islamismo pacífico y respeta la convivencia, procurando, eso sí, cierta “incontaminación” con occidente. Otros muchos se nacionalizan españoles, o de cualquier país europeo, para tener mejor acceso a las ventajas sociales, aunque no se desanclan fácilmente de sus “atrasadas” costumbres. Mas ya vemos que, por desgracia, los hay también que prefieren continuar en su bárbara y “querida edad media”.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 03/09/2016 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"
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